La Tarea Difícil

Si hay algo que se sepa en todo el mundo es que no todas las cosas caen como la lluvia así del cielo, para conseguir ciertos lujos o simplemente para poder llegar a fin de mes hay quienes se dedican casi de lleno a profesiones de labores practicamente imposibles, quehaceres complicados que tan sólo de pensar causan agobio, y no lo desmiento, así es. Hay todo tipo de tareas que presentan un grado de trabajo bastante arduo al que pocos nos atreveríamos – yo no; personalmente, quizá sea por eso que decidí ser escritor para no cansarme tanto – pero de aquella historia que ahora recuerdo puedo concluir que nunca nadie será tan valiente para llevar a cabo tal ocupación, ni el más bravo marinero de antaño, ni quizá tampoco el más fuerte minero de profundidad, y me disculpo si a alguien ofendo pero baso mis acusaciones en nada más que la verdad de lo que a continuación relataré:

Además de trabajos exigentes la vida está completamente llena de sorpresas, el día en que uno más desprevenido se encuentra aparece algo que cambia todo en un instante, para bien o para mal eso ya varia de acuerdo a los caprichos de algo que desconozco, y eso fue lo que aconteció con el personaje detrás de mi narración.

Como cualquier otro humano invirtió una buena parte de su vida en crear un futuro, lo que creo un tremendo error ya que por ello nunca atendió su presente, pero bueno, tratar ese tema sería desviarme así que continuo; estudió y luego trabajó para evitar preocupaciones, y de cierta forma eso le hacía feliz, más tarde después de tanto buscar encontró por fin al amor de su vida, una mujer maravillosa con quien cayó perdidamente enamorado y a quien convirtió en su compañera definitiva, nunca hubo traición o miedo, todo se iba dando naturalmente y de forma perfecta, parecía increíble, así que de un momento a otro ella transformó todo su mundo tal y como lo conocía; el dinero, los lujos, el placer, e incluso la salud hicieron parte de una lista de cosas sin importancia que anotó en su alma para recordarse qué era lo que realmente valía la pena en su existir. Era algo loco, saludablemente loco.

Para ella todo acontecía de la misma manera que con su fiel compinche, nada cambiaba, por el contrario parecían ser el uno para el otro, hasta yo me quejé con el azar por haber tardado tanto en reunirlos, lo sé, soy un gruñón al que le gusta quejarse de todo, pero es que aventuras como aquella así de fascinantes son las que le regalan alegría al mundo así a nadie le importe y nadie lo sepa, y quizá por ello sean tan escasas.

Los años pasaron y juntos los pasaron, el sueño de todo buen hombre estaba hecho realidad y él, muy afortunado, lo estaba viviendo, gozaba cada minuto con ella y se esforzaba por mantenerlo con la magia del primer momento. Al despertar se aseguraba siempre de tomarla de la mano, al verla intentaba sonreirle, cuando le miraba a los ojos lo hacía pretendiendo llegar a lo más profundo de esa mujer, y en las noches, justo antes de dormir, se encargaba de besarle una de sus rosas mejillas en una tierna muestra de agradecimiento por el día que habían compartido.

Pronto recorrieron el mundo y tuvieron hijos, vivían en una casa de tamaño justo que (me atrevo a decir) estaba impregnada con ese extraño olor a amor que unta todo alrededor. Tenían una muchachita no mayor de diez años, que se encargaba de cuidar de un pequeño hombre de unos cuatro años que poco comprendía del mundo. La primogénita hacía una maravilla de los días de su padre ya que poseía una sonrisa dulce y seductora como la de su madre, y del chico lo sorprendían la inocencia y tranquilidad con que disfrutaba los momentos; justo como su madre.

A los dos se les quería por igual, cada uno era el orgullo de ambos y siempre fueron tenidos en cuenta primero, exepto por aquel pequeño secreto del cual nunca se les habló, lo tuvieron tan bien celado que la única forma en que se descubrió fue cuando ya no debía ser, de hecho nunca debía ser, pero en fin, el tiempo se las arregló y salió a la luz contra toda esperanza…

De un día para otro las cosas cambiaron y de repente la mujer de labios rojos y aroma de fresa empalideció, perdió su largo cabello negro a los pocos y dejó de pasar tanto tiempo en casa, esto por supuesto hizo que su leal amigo desapareciera por ocasiones de allí intentando acompañarla tal y como alguna vez se lo prometió. Pasó el tiempo y la situación sólo empeoró, tanto que aquel hogar extrañamente cambió sus colores carmelos y se tornó morado, y se deterioró aún más con el fuerte invierno lleno de lluvias oscuras que de la nada apareció, así se llenó de moho y se le cayeron pedacitos.

Al final aquel cuerpo que alguna vez tan hermoso fue terminó rindiéndose ante tanto mal y decidió reposar perpetuamente, ahí estuvieron sus tres amores viéndola dormirse suavemente, nada más que sólo dos de ellos comprendieron lo que sucedió, y como lo dije antes; de un instante para otro la horrible sorpresa se presentó sin avisar.

Luego nada fue igual, aquel paraíso que cualquier ser envidiaba se había convertido en una pesadilla de las que a nadie se le desean. Pero las horas seguían su paso normalmente, como si nada hubiese acontecido, como si no importara, lo que no sabían los minuteros es que cada uno de ellos marcaba la agonía de un hombre que una vez fue tan feliz, él era quien había perdido el mundo después de tenerlo entre sus brazos cogiéndolo fuerte por la cintura. ¿Cómo seguiría adelante? ¿Cómo levantarse para mirar la nada de un vacío al que debía acariciar? ¿Cómo estar de ánimo para sólo sonreirle a la ausencia? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo vivir si es que eso era vida?

La única razón por la qué sostenerse estaba en el hermoso recuerdo que la mujer a la que más amó le había dejado; sus hijos, pero para eso debía hacerla a un lado, o por lo menos fingirlo ya que la sombra de su suave presencia que ahora no tenía lo atormentaba con tristeza y un profundo dolor.

Pero así debía ser, desde el desgraciado día en que la promesa del amor partió en aquella camilla pretendió una tranquilidad que ocultó perfectamente la pena que sabría que vendría, y así se mantuvo sin nunca cansarse, evitando ser escuchado gritando en las noches, o conteniéndose para no aventar todo lo que tuviera en frente, y desde el principio lo hizo porque sabía que lo tendría que hacer, porque su tierna otra parte se lo pidió, por el pequeño que aún no entendía la hermosa persona que perdió, y por la bondadosa mujer que alguna vez haría a otro hombre tan feliz como su madre alguna vez lo hizo.

La tarea difícil de aquel hombre era tener que tragarse las ganas de llorar esa cascada de lágrimas sólo para hacerle creer a sus hijos que todo estaba en orden, y a pesar de que le carcomía su interior cumplió, porque como padre, como amigo y como amante tenía que hacerlo, costara lo que costara.

De aquello no me quedó ninguna duda; que profesión tan atosigante. Al igual que un tanque de gasolina el cuerpo es un envase para el amor, que es lo que llena al ser; aquel pobre intento de hombre seguía aún en pie aún sin nada en su depósito, era inexplicable saber cómo su cuerpo se movía y fingía con tremendo vacío en su interior, porque estoy seguro que su alma debió intentar salirse el día en que todo terminó, debió por lo menos querer escaparse para ir junto con ella, pero no, decidió quedarse para ser la alegría de dos seres resultado del cariño más hermoso que la Tierra pudo conocer.

Los años pasaron y él nunca sedió, siempre estuvo ahí apesar de su lenta pero frecuente agonía, cumpliendo con la labor más imposible. Aún hoy en día le veo por ahí andando, con sus ojos tristes y su mirada perdida, mirando hacia el cielo como intentando hablar con alguien. Tratando que sus hijos no descubran su desgracia.

Que tarea tan difícil.

Néstor Escobar.

Infinito

Por fin, después de tanta espera, el proceso de post-producción terminó y puedo ver finalizado unos de los proyectos en los que tanto esmero puse, y me permito decirlo: Que orgulloso estoy. Es un cortometraje del que hice parte como Director Asistente y Director de Arte durante mi estadía en São Paulo, tuvo sus complicaciones y algunas ocasiones en las que me fue difícil compaginar (si es que no fue imposible), pero bueno, no siempre las cosas en la vida se nos dan como pretendemos, y hoy que puedo verlo terminado siento que valió la pena.

El cortometraje se desarrolla en torno a las secuelas psicológicas que el protagonista vive durante una serie de terapias y tratamientos de los que participa como resultado de una infancia complicada gracias a un evento perturbador (un secuestro) del que difícilmente intenta recuperarse tratando como principio de su mal mental el concepto de una pesadilla que se repite una y otra vez (infinito).

Fueron casi dos días de grabación consecutiva pero a final se logró, ahora quiero compartirlo única y exclusivamente esperando que les guste.

Obrigado, Brasil, saudade de você!

Un poquito de verdad.

La abracé a la medida en que se me formaba una sonrisa en la cara, la observé fijo y con los ojos empapados en recuerdos le dije: Ya no te volverá a servir, me heriste tan profundamente que el que te quedes o te vayas me pasará totalmente desapercibido, así que no lo intentes, no intentes querer envolverme con amenazas que una vez ya lo hiciste, y te funcionó tan perfectamente que ahora que pretendes hacerlo de nuevo tengo que advertirte que desde aquella vez ya me habías perdido, así que por favor no esperes que tu ausencia me duela; que ya hace un tiempo tu presencia me debastó. Aún así agradezco esos días en que me hiciste tan feliz.

Néstor Escobar.

¿Será?

¿Será ella?

La pregunta surgió como de la nada, quizás al igual que ella, que de un momento a otro apareció hace ya unos años y hasta ahora no sé si se quedó o se ha ido. Talvez sea por eso que ahora tengo esta duda, porque no logro entender cómo es que estamos ella y yo.

Lo cierto, puedo decir, es que de la nada que ha pasado y del todo que no pasó ha acontecido mucho, principalmente en mi interior, ya que parece ser que es ella quien me llena, digo «parece» porque no estoy muy seguro; quiero decir, de momento lo hace pero, ¿y más adelante? ¿Será ella quién me llena?

Sí, yo sé, ya me dejé todo muy en claro, y como conclusión me encantó, de hecho fue en base a el resumen que me hice de todo lo que ella ha sido que empecé a interrogarme una vez más, porque sí, es claro, hay bastante de esa mujer que me hipnotiza, su forma de sonreír, por ejemplo, que no es normal, y no lo digo nada más porque sea bonita, sino también porque me da la impersión de que lo hace desde el alma, lo hace con alegría, tanto que me hace pensar que soy yo quien le dibuja aquel gesto de alegría en el rostro, pero no es sólo eso, porque debo confesar que a mí me pasa, pero es inevitable, esa mujer tiene algo que me hace sonreír, y su felicidad es contagiosa, y no sé cómo lo consigue pero lo logra cada día.

Ya además de su sonrisa no habría más, bueno, aparte de esa forma tan dulce con la que se apega a mí, sin protestar, sin cuestionar, sin cansarse, aveces hasta llego a creer que iría conmigo hasta donde fuese, y si lo hiciera muy seguramente lo haría sin complicar nada, a lo mucho me pediría un poco de tiempo para descansar sus piernas, pero querría que yo estuviera junto a ella para reposar, es que sospecho que no le aburro y eso es bueno ya que la mayor parte de las alegrías de mi tiempo se deben a ella.

Talvez el hecho de que sea tan buena amiga, y hablo literalmente, porque la verdad es que somos dos amigos, y ella de entre tantas es única en eso, ya que ha sabido compartir mucho de sí sin pedir demasiado, y cuando pide lo hace sin hablar, sólo estando ahí conmigo en esas tardes de silencios, o en esas noches de miradas.

No me atrevería a decir que lo que tenemos es una amistad, pero insisto; es una excelente amiga. Me ha dado derecho a sus caricias, a sus labios, a su cintura y a sus abrazos, también tengo ese acceso a recorrer su cuerpo, y ya he sentido aquella emoción de tenerlo unido al mío, tampoco ha querido nada más allá de respeto, por supuesto menos no merece. A decir verdad no se aleja mucho, y ha estado ahí cuando se le ha necesitado; como una gran amiga lo haría, además, negar la sensacion de alivio que nos pasa por el pecho cuando nos encontramos otra vez sería mentir, porque estoy seguro nos sucede a ambos.

Hasta el momento no he querido estar con ninguna otra, y si ya lo he estado lo olvidé, porque vale la pena olvidarlo; ¿para quedarme con amargos recuerdos si puedo vivir con el más dulce presente? Y de hecho, creo que ya tomé por decisión seguir así, porque me encanta quererla, y de momento, aunque no sé a ciencia cierta qué es lo que fluye entre nosotros; es a ella a quien escojo.

Buenas noches.

Néstor Escobar.

Las Seis Páginas de Alicia

Por fin, como ya había comentado hace tiempo; puedo compartir los resultados de mi más reciente trabajo con «Alicia» (de quien ya hablé un poco); desafortunadamente no lo hago de la manera en que esperaba ya que el e-zine en que iba a ser publicado se ocupa solamente de fotografía, ilustración, y cómic, lo cual no funcionaba con las páginas que presenté ya que debían ser acompañadas por otras cuantas que contienen el escrito que realizó Mónica Romero (la mujer detrás de la historia), pero aún así decidí organizarlo y lo subí yo mismo, creo que tanto la escritora como yo nos lo merecíamos, además, fuera de lo personal me gustó mucho, y me pareció que no quedó tan mal que dígamos, ojalá no sea el único que opina eso.

A continuación el cuentico, ya al final el link de descarga de las seis páginitas de cómic en las que trabajé. Es mejor leer primero el cuento y luego ver el cómic para que haya un mejor entendimiento de la historia. Cabe anotar que en pocos -pero algunos- aspectos cambia, en todo caso ¡disfrútenlo!


La Vida Envuelta en Papel de Lija

Pupilas dilatadas, unos labios sin palabras en la desquiciada noche.

Ella caminaba en las nubes, en el espesor de la frívola noche y el aroma a desaliento, caminaba sola, tenía los ojos tristes y estaba impregnada de silencios, desvelos y memorias imborrables, ella volaba en el pavimento, en el vaivén de los monstruos come tripas, estaba sola; triste pero sola, ardiente pero sola, más blanda que siempre, pero finalmente sola.

Ella no tenía palabras, las había dejado en su cajita de pesadillas innecesarias. Ella flotaba sin rumbo, lloraba desilusión, veneno y luciérnagas malditas, su ternura estaba más rota que cada promesa. Ella no tenía corazón, lo había arrojado al lago de los deseos con la esperanza de que cualquier monstruo lo encontrara y se lo tragara como el mejor manjar.

En el tic tac del silencio ella recordó que no había alimentado a su pez dorado, aquel nunca llegaba a tiempo por andar merodeando y conquistando pecezuelas malvadas y por ende exquisitas.

Esta chica no hablaba porque en su mundo las letras sólo servían para cocinar una rica sopa. Estaba completamente loca, loquita como un espantapájaros con corbatín y zapatos de charol. A ella le faltaba arrepentimiento pero le sobraba perversidad.
Ella era dulce como las balas de azúcar y amaba como cualquiera, solamente que más fuerte. El viento arrebataba sus pensamientos, éste se introducía en su cabeza y le dejaba huevitos de picardía para toda la semana, pero el frío seguía consumiéndola, el condenado frío y las desganas de asesinar los malos momentos y recuerdos.

A aquella susodicha le encantaban los caramelos, el olor a vainilla y desprecio, se deleitaba del aroma de la sangre envuelta en culpa con una pisca de levadura para que creciera la zozobra; ella no sabía cómo olvidar, tampoco cómo dejar de sentir tantos cuervos en su estómago al ver a Conejo… Un amargo pero apetitoso acontecimiento, él era como un terremoto lleno de música, miedo y confusión, como el dulce más sabroso con el que ella alguna vez tropezó, como el jugo de naranja al desayuno; jugoso, delicioso pero un poco ácido, como el mejor pastel del planeta, como el regalo más deseable en el día de gracias, como el tesoro enterrado debajo de la casa del árbol, como la compañía de su muñeca de trapo mientras la Luna ganaba la ardua batalla contra el Sol, como encontrar dos monedas debajo de la almohada después de la ausencia de algún dientecito ¡Eso era Conejo!, él lograba que los ojos de aquella chiquilla brillaran como dos lámparas amarillas en un callejón sin salida, como el túnel hacia el más allá pero sin retorno.

Ella tenía un gigante problema: Los silencios no habían aparecido por arte de magia, la falta de palabras era culpa de éste sujeto, aunque esto no era ni bueno ni malo, aún había amor, adicción, encanto, gritos invisibles, y sabroso dolor, todo esto no era ni un cuento de hadas ni uno de terror, era magia con oscuridad.

Ella estaba en un bosque esperando a su amante, su adoración y perdición, él nunca llegó, por eso sola estaba, cuando no tuvo más remedio le pidió a un árbol que la arrullara con sus hojas mientras el frío ganaba la partida. Ella… Sola, triste, melancólica, con una ternura desbordante y un corazón extraviado en un sinfín de historias asesinadas y una memoria tan viva que casi era capaz de plasmarla en unos trazos y alucinantes colores.

“Alicia” pensé cuando la observé en aquel árbol, tendida en suelo, frágil y hermosa… Alicia era ella, esa chica, esa susodicha, esa damita, esa chiquilla, ese pequeño pedacito de alma casi muerta, casi viva.

Cuando pude ponerle un nombre, el nombre correcto cerré mi mente y caí tendida en las frías sábanas de mi refugio en donde cuatro paredes me envolvían, me encarcelaban y en donde solamente mi mente podía volar para lograr hallar a Alicia, la pequeña niña en aquel bosque maldito y oscuro.

Atención: Miradas, no palabras.

Era una mañana del día no se qué, año no sé por qué. El viento seguía inyectado huevitos para la picardía mientras Alicia caminaba de prisa en busca de su pez dorado para darle una lección, la número 5686489509686, o algo así…

Caminaba, casi volando, casi corriendo, casi arrastrándose, casi nada, casi todo, cansada de ver tanto hueco para tan poca gente pero con el “noseporcua” que le picaba, le estremecía su corazón dando la posibilidad, probabilidad y prosperidad de encontrar a esa maldición de pez para cogerle el corazón y estripárselo a ver si dejaba de espiar tanta falda y se desvelaba mejor en otras cosas: una nadadita desde La Fuente hasta Brasil, un hielo haciendo remix con ron, un amanecer comiendo el alpinito más re rico del planeta, o algo parecido, lo que sea pero parecido.
“Tac, tac, tac, tuc” sonaban las pisadas de aquella, cuando de repente escuchó una melodía cerca al Parque Aventura, y como que empezó a enredarse en tal, los síntomas fueron tiriteadera agravada, escalofríos calientes, y un palpito como heavy, desviándose así hacia el parque.
Un saxofonista revoloteaba en la mitad de aquel escenario natural, empezando su rutina; armar saxofón: Listo. ¡A ver cómo suena!: Listo. Un beso para su acompañante: Listo. Que no falte el cigarrillo: Listo. ¿Y la bebida?: Listo. Saxofón on y con toda; la gente se enredaba en la música, o no sé si también con el que jugaba con el instrumento… No se sabe.

La acompañante tenía un perro y una maleta un poco pesada, regordeta y polvorienta, magullada (hablando tanto del animal como de la cosa), la diferencia radicaba en que el can parecía una vaca por sus manchas blancas y negras y estaba sentado un poco más adelante moviendo su cola al ritmo del momento y arrojando muchas miradas al hombre de la música, y la maleta parecía como si estuviera adherida a las ojeras de aquella sujeta.

Pensó Alicia – ¡Debe ser de tanto volar cerca a los monstruos come tripas! – Pero aún así ella se veía brillante y como con un buen aire, una buena sonrisa, y un saxofonista volátil volador.

Sentada en el andén que rodeaba el parque Alicia mirando, embrollándose, deleitándose; giró de repente su rostro hacia el lado izquierdo y una voz áspera le decía «hola», o eso fue lo que ella pudo leer en los labios de aquel sujeto. Pero Alicia sólo miraba, trató de mostrarle su ternura impregnándose de «ojos color brillo por un pollo en el día de tu cumpleaños», por un abrazo al sonar el despertador, por un pastel con videojuegos, por un «¡Prometo que voy, en serio!»; o por algo similar. Ella no sabía si había causado un accidente o una buena hazaña, de lo que sí se percató fue de que había visto una buena cara de conejo empapada en el ambiente, y de que había sentido cuervos en su estómago en ese fugaz instante.

El que jugaba con su instrumento terminó como de costumbre con unos tantos billetes, unas cuantas monedas doradas, un lengüetazo de su perro-vaca, y un beso de su acompañante (si era su día de suerte…). Caminó hacía ella la cual le estaba ilustrando en el pizarrón de la vida una sonrisa, la besó, un cigarro, algo para la sed, las manos agarradas, el perro- vaca y listo… ¡Vámonos!

Alicia miró fijamente a la pareja, y verlos alejarse le causó melancolía con dos cubos de azúcar, era como si se hubieran llevado entre la maleta todo el buen aire que rodeaba al parque.

Conejo seguía a su lado, ella se había distraído cuando las palomas del parque habían empezado a acercarse en la mitad de éste en busca de migajas de algo: chocorramo, pan, arepa o galletas, algo. Mientras Alicia miraba fijamente a las aves, este cara de conejo sin más ni menos le agarró la mano y se la puso en el pecho para haber si sentía como se le iba a salir el manguito, o al menos para saborear su piel a punta de tacto. Alicia le sonrió y se estrelló repentinamente con la sonrisa de aquel fulano quedando instantáneamente enredada, un tanto parecido a las melodías del saxofonista ausente.

No había vuelta atrás, ya eran dos extraños conocidos, así que cada uno se levantó del andén y empezaron a caminar juntos, tanto el uno como el otro sabían perfectamente que estaban jodidamente enmarañados, Alicia, a falta de miradas le dijo: – ¿Usted podría ayudarme a buscar a mis pez dorado? – Y Conejo le respondió: – A donde sea, a donde quiera, y a donde disponga.

Caminando, casi volando, casi corriendo, casi arrastrándose iban dos entes en una cacería apacible, Alicia empezó a contarle sobre sus pesadillas y él sólo le decía que no importaba, que con toda a carcomerse cada partícula de miedo que no le permitiera ser luz en el pasadizo de la vida. En un momento a otro al lado de la estación del tren se escucharon los alaridos chillones y jocosos del pez dorado que salían como gato empapado de la cantina “La Feria”, así que estos dos intentos de personajes entraron para saber en qué estado se encontraba el pez; el jodido pez…

Dorado estaba con el viejo vago y lleno de pulgas conocido en el bajo mundo como «El Podre», éste se inventaba mil y una enfermedades para no ir a trabajar, era fiel amante del guarapo de calzón y los cigarrillos de $50. Ambos ebrios, llenos y felices burlándose de los días de corbata -Jip, jip, jip, jip- repetían mientras Alicia le arrebataba la botella a Dorado, propinándole desazón en el momento preciso y la hora inadecuada; aún con tal acción el pez continuó en la cantina, él tenía miedo de salir, de encontrarse de nuevo con su mayor pesadilla, su perdición; así que no iba a abandonar ese lugar ni por Alicia, ni por Conejo, ni por El Podre, ni por tanto, ni por poco.

Alicia, la frágil Alicia necesitaba enseñarle a Dorado cómo se gozaba de un día de sol, quería mostrarle el otro lado de la moneda, pero el obstinado se resiganaba a conducir sus jornadas al lado de El Podre y el humo barato sabor a nicotina. El auténtico tabaco convertía a tal recinto en un paraíso, lleno de nubarrones casi llegando al cielo, bajando, descendiendo, cayendo; deslizándonse juntos hacía el paraíso.
Y Dorado seguía negándose al día placentero que le ofrecía Alicia, él decía: – Y llega el momento en el cual las palabras sobran, las miradas escasean y el tiempo se va convirtiendo en una escopeta que quiere darte justo en el corazón, para ver si se aprende a ser menos cabrón y más soñador.

Justo en el momento en que Alicia finalmente ganaba la batalla contra el ir y venir, tropezón y disputa, paraíso y discusiones a flor de calzón, un cerdo de esos verdes entró a La Feria gruñendo para imponer respeto – “Oing, Oing, Oing” – Repetía mientras en su mano cargaba un bate para acariciar a los inconformes borrachos que sólo ansiaban hundirse en el edén. Dorado no soportó su presencia y se abalanzó sobre el «Oing, Oing» para hacerle saber que su aspecto daba asco y risa, nada de respeto y muchas carcajadas – Jip, jip. Oing, oing, jajajaja, jip – exclamaba el pez, un tanto destruido.

Oing, Oing perdió su honor; no finiquitó la aventura de sacar a cada caminante de su cielo, lo curioso es que ganó una bañadita con agua casi congelada. La autoridad estaba desnuda, helada y le esperaba un bulto de sobras, mugre y porquería para que se alimentara como lo hacen los verdaderos y astutos hijos de la patria.

Y el día casi culminaba, ya era noche cuando Dorado decició dejar de hacerse el difícil y partir con Alicia y Conejo, de ñapa se llevó a El Podre para así poder darle más humo y bebida al turbio camino que se asomaba tras las ramas de un bosque, el musgo colgaba en las hojas moviéndose tras los ritmos sombríos del viento, los cuervos permanecían en el estómago de Alicia carcomiéndola mientras Conejo le contaba sobre sus sueños y caídas. Se sentaron bajo el árbol mágico; una ronda de licor para la cabeza del pez y su no astuto amigo. Descansando sobre la hierba, rodeados de luces nocturnas se encontraban Alicia, Conejo, pez Dorado y el Podre, riendo un poco, recordando lo que la mañana les había arrojado: un saxofonista volátil volador, extraños conocidos , El Podre y un cerdo que al parecer aprendió su lección.
Era el momento de aterrizar, metí a Alicia y sus miradas en un papel y salí dispuesta a cerrar aquella noche con el picante de todos los días, el asfalto estaba lleno de caminantes y mierda, no se sabía a ciencia cierta cuál era menos tóxica, caminando sin pausa pero sin prisa.

Mónica Romero.


Link: http://www.filefactory.com/file/4jk3uuizvbe1/Alicia.7z

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La banca, el niño, y la tragedia.

Andaba yo por ahí melodeando en un parque después de mi primera jornada de trabajo en la mañana, hasta que vi un pequeño muchacho de unos diez, once, o quizá nueve años, diría yo. Me inquietó verlo sentado en una banca tan solo, apenas tenía un cuaderno que sostenía con sus piernas. Decidí sentarme a su lado para ver qué era lo que tan concentrado y sonriente hacía, porque, olvidé mencionar, que tenía en su rostro un gesto de alegría.

Al hacerlo pude darme cuenta que dibujaba muy entusiasmado, tanto que casi ni se percató de mi presencia al acercarme. La página estaba llena de garabatos por los cuales pregunté, él sin retirar ni el lápiz ni la vista de la hoja me explicó cada uno de los pintarrajos que hacía:

El bosquejo era una especie de planeamento de su vida; en un lado estaba él con un balón de fútbol en los brazos, se había hecho el pecho grande y detrás había algo similar a un brillo. Del otro lado estaban su madre y su hermana, la una frente a un carro que parecía ser de lujo y la otra estaba de pie en la entrada de una casa enorme, sobre ésta había un hombre con vigotico observando desde el cielo, lo hacía con una sonrisa que abarcaba el círculo que tenía por cabeza. No tardé en preguntarle qué quería decir todo ello con más exactitud, a lo que enseguida respondió contándome sobre su gran deseo de ser futbolista, se planteaba una vida llena de reconocimientos que «de seguro» -decía él- le traerían la felicidad que su familia no tuvo. No tuve que ser inteligente de más para caer en cuenta que la suerte no les acompañaba, lo cual me entristeció bastante, pero seguí escuchando sobre sus promesas. Cada segundo que pasaba el pequeño parecía llenarse de suspiros narrándome casi detalladamente cuál era su plan de vida, y yo sólo escuchaba. Luego pasó a contarme respirando un poco de odio las dificultades, vergüenzas, problemas, y humillaciones que junto con sus parientes habían atravesado a lo largo de su vida, era tremendo, no lo negaré, y también muy lejano a mí -¿por fortuna?-, pero de repente sus ojos apagaron aquel fuego que parecía quemarle el alma con un brusco cambio de contexto que salió de su boca:

Pero yo me encargaré de cambiar todo eso y darle a mi familia la alegría que merece. Porque no nos merecemos vivir tan tristes. – Dijo con la certeza más contundente que jamás había visto.

Entré en «shock» tan pronto como pronunció su última palabra, y me bastó para volver en mí y reaccionar tal y como mi parte adulta me lo pedía. De todo aquello que oí me di cuenta que por más que su madre -quien también hacía el papel de padre- había intentado prácticamente de todo para salir de la miseria que los acobijaba; nada, absolutamente nada le había servido, así que no tardé en deducir que más adelante tampoco le serviría.

– Estás condenado, amigo. Siento decirtélo pero será muy difícil para ti ser un gran futbolista. Estás lejos de serlo, quizá deberías intentar algo más, un poco más sencillo, ¿no crees? – Le dije tratando inútilmente de ser lo más delicado posible. A lo que él respondió con una gigante sonrisa de dientes chuecos afirmando con un brinco que dio de la banca al suelo, que su papá le había prometido que lo sería ya que ahora que se iba él sería el hombre encargado de las dos damas que acompañaría, y la única solución que ellos tenían estaba en que se convirtiera en futbolista. Entonces sólo pensé: Viejo desgraciado, ¿cómo lo deja con tremenda esperanza y responsabilidad?

Al escuchar aquello, algo en mi pecho se movió muy torpemente, envió un mensaje a mi cerebro y terminó por sensibilizarme un poco.

Yo le expliqué que no era así, que a veces soñar se convertía en un problema porque hay cosas que nunca llegan a pasar, y el golpe termina siendo tan duro cuando uno lo ve que se pierde el cariño que uno tiene en sí mismo. Es un dolor inimaginable.

Él sólo escuchó en silencio.

Me partía el corazón tener que hablarle de esa forma, así tan crudamente y sin censura, más sé que algún día me lo agradecerá, cuando se sienta conforme con lo que habrá conseguido, sin ilusiones vanas que le harían pensar lo peor sobre la vida o sobre Dios, que es a quien culpamos de todo lo que nos sucede, y no, hasta allá no llego yo; hacerle perder la fe en Dios a un humano sería hacer que perdiera toda esperanza de encontrar vida después de la muerte, ¿así cómo se podría vivir tranquilamente? Sería sin duda lo más vil que podría hacer -creía yo-.

Le ofrecí un par de ejemplos con historias personales y traté de hacerle entender cómo la pobreza, la mala suerte, y las influencias en el fútbol funcionan, fui lo más específico que pude, y tampoco dudé en hacerlo, por lo que no me hicieron falta fuerzas, hice uso de mis habilidades como escritor (y las palabras) y creo haberle dejado en claro que si quería ayudar a su familia tendría que encontrar otra forma, pero que aún así la vida misma se encargaría de pisotearle esas otras formas, porque así es que funciona el destino cuando alguien noble y bueno intenta hacer de sus sueños realidad.

El pequeño estuvo de pie mirándome mientras yo le hablaba, y para cuando acabé no salió ni un simple sonido de su boca, tan sólo me observaba. Me mostró un intento de sonrisa breve, agachó la cabeza y continuó con su silencio, yo lo sentí un poco incómodo, así que quise animarlo y le estiré la mano para un apretón, él respondió con lentitud, por lo que me fue fácil ver cómo su manita temblaba, lo miré a la cara entonces y me di cuenta de que sus ojos estaban humedos y pestañeaba en exceso para detener el lloro, no quise hablar nada porque de seguro habría hecho estallar su desconsuelo, pero él seguía en silencio. Así que sin más se marchó mirando al suelo, caminando con lentitud, quería huir, lo sé, porque no le importó dejar su cuaderno y su lápiz tirados en la banca donde hacía poco estaba tan feliz. Y me hirió, ver aquello me hirió…

Al final me di cuenta: Le rompí el alma a ese niño, le arrebaté lo único más hermoso que el ser humano tiene; la libertad de soñar y darle una razón a la vida. Él no lo hizo en el momento, pero por su mirar, y porque se marchó sin decir nada; sé que su llanto se desató, y no sería por esa vez, sucedería en varias ocasiones por el resto de su vida con cada intento en que fallara, porque le robé la fe. Que tragedia.

Nunca en la vida me había sentido tan canalla y poco humano. Y todo simplemente porque yo tenía miedo de morir sin ver mis sueños hacerse realidad.

No volví a verlo, apesar de que lo busco para pedirle perdón. Sería lo más cercano a pedirme perdón, también, por dejar que las derrotas acabaran con el soñador que llevaba dentro, ¡cómo me gustaría hallar mi niño interior!

Néstor Escobar.

Alicia

Hace ya bastantes años atrás, cuando hacía noveno grado allá en Tunja, entre tanta perdera de tiempo que debí haber arovechado en clase; creé un bosquejito de personaje al que llamé «Alice», era el fantasma de una pequeña niña muerta que pasaba por varias pero escalofriantes aventuras de las cuales ella era inocente. Por aquella época poco escribía, así que como he venido haciendo desde que tengo memoria plasmaba cada historia en ilustraciones. Con el tiempo, cada vez que me acordabá de ella mejoraba la técnica y la expresión que buscaba darle a cada imagen, terminando así con dos «colecciones» que pronto habrirían paso a una tercera, en la cual empiezo a trabajar, el resultado fue un poco «brusco», teniendo en cuenta mi progreso como ilustrador y diseñador. Ya pronto subiré los respectivos ejemplos para que lo comprueben y de paso me dejen compartirles un poco de esos proyectos que me han afectado de cierta forma la vida profesional con el paso de los años. Han sido más o menos unos siete, si no hago mal las cuentas.

En fin, para ser un poco más breve, les contaré que el año pasado di con una amiga a la que le encanta escribir, y mejor aún, su estilo está más encaminado hacia el romantisismo, o algo bien parecido que de alguna manera encaja con lo que pretendía de Alice, así que aproveché y le propusé que trabajaramos juntos, ella escribiendo una serie de cuentos sobre el personaje, y yo haciendo las ilustraciones. Afortunadamente ella aceptó, pero el tiempo no estaba muy a su favor, así que no conseguimos producir tanto como esperabamos, el caso entonces, es que aproveché la oportunidad que tenía este año de publicar un cómic para un E-zine que publica mi profesor de Narrativa Gráfica, Octavio Cariello; y decidí retomar el proyecto, que ahora pasaría a ser «Alicia», y logramos ella y yo; hacer un trabajo del que me siento orgulloso.

Los resultados saldrán a la luz de la internet en el mes en curso – obviamente les haré saber -, de momento quiero hablarles un poco de lo que al mundo de Alicia concierne, para que así se les haga más fácil entender todo.

Alicia es el fantasma de una niña de la cual su muerte y pasado son un misterio, ella ronda entre una especie de limbo en el que en ocasiones está en el mundo mortal y en otras en el más allá, sólo que ella no lo sabe, por lo que inocentemente halla todo muy normal y cotidiano, razón por la cual también cree que puede interactuar con personas vivas, que ni muy a menudo persiven su presencia, he ahí una especie de explicación por la que en ocasiones causa sustos en la tierra.

Vive en compañía de su muñeco de peluche al que llama Conejo, que viejo y olvidado cuenta con algunos remiendos y daños. Éste se comunica con Alicia pero nunca abre la boca, ya que ni tiene. Actua de manera insensata y hace cosas como cualquier otro ser motriz, sólo que nunca nadie lo nota pues la verdad es tan inerte como una roca. Hay ocasiones en la que desaparece y aparece así como si nada, aveces es bueno y aveces es malo, lo primero tan sólo si tiene algo entre manos que le será útil más adelante.

Las aventuras giran en torno a estos dos personajes, y se desarrollan a través de escenarios y sujetos extraños, tratando especialmente la vida de una niña solitaria y triste que no encuentra satisfacción alguna por su falta de vida misma: no es lo mismo estar vivo a vivir, ¿verdad?

Todo tipo de cosas macabras, sobrenaturales, y malvadas pueden suceder en el mundo de Alicia, pero siempre rodeadas con toques de inocencia y gracia.

Creo que por ahora eso es todo lo que necesitan saber, así que espero que cuando todo esté listo les guste.

¡Buen día!